Soñar es una de las pocas cosas que puede uno hacer sin coste, peaje impositivo o censura social, por lo tanto cierren los ojos e imagen una tarde de septiembre, donde el verano aun no nos ha abandonado, y donde una chaqueta cuando cae la noche, es un complemento imprescindible.

Recorrer Serrano en dirección contraria a la vorágine de tiendas, turistas y paseantes dirección embajada americana, disfrutando de uno de los placeres de la vida, dejar atrás las aglomeraciones, tráfico y tumulto, perdiéndose por la calle con mas encanto de Madrid, esa calle donde perderse, vivir y soñar que vives en uno de esos áticos que tienen vistas a esa pequeña plaza “artificial” , fruto del cruce de las calles hermanos Bécquer y General Oraá. Primer consejo dejen el coche al menos en Ortega y Gasset, permítanse si pueden un capricho en una de las tiendas de otra de las calles con mas encanto de Madrid, y sobre todo disfruten del paseo de no mas de 10 minutos hasta restaurante Fuego., merecerá la pena.

Llegar a Fuego, es llegar a una mezcla de lujo de edificio modernista de la capital del reino, mezclado con una puerta de posada medieval, flanqueada por una terraza aprovechable los 365 días del año, pero donde, y de ahí la premura en este ocaso veraniego, disfrutar de el silencio de esa confluencia de calles, del viento que sopla en esas noches de verano y del olor que sale del restaurante, es simplemente un lujo que solo podrán disfrutar ahora. Si se deciden por el interior del local, obligado en próximas visitas si se decantan por su terraza, se encontraran con lo que algunos definen como local “coqueto” en tonos pastes y presidido por la cocina, donde tras los cristales, los cocineros que no chef, se afanan entre brasas, leña y fuego en hacernos soñar, IMPRESINDIBLE, huelan al entrar ese aroma que sale de la cocina, entre brasa, fuego… cierren los ojos y piensen a que les recuerda, o mejor en mi caso, a que les evoca, sin saber describirlo, me llevó 40 años atrás, a Puertollano, al pueblo, a mis abuelos, a la cocina de pueblo, a la chasca, pero con un matiz distinto. Les aseguro y he estado en bastantes restaurantes, ninguno huele como Fuego.

No soy crítico gastronómico, ni mucho menos pretendo serlo, para eso tienen al gran Munarriz, simplemente me dedico a describir lo que me transmite cualquier restaurante al que vaya y crea que merece la pena, lo que vendo es esa experiencia personal, ese momento, ese disfrutar de cada lugar, el conjunto, desde que deja el coche, hasta que llega, come, charla y se va.

Los restaurantes con “gente guapa”y mala compañía me aburren, cuando como, me gusta mirar a el jefe de sala, a mis compañeros de mesa, y en este caso al cocinero, el cual, en el caso de Fuego tiene esa buena costumbre de cómo mi abuela antaño, acercarse y decirme “hijo te ha gustado?”, hay gente a la que le molesta, a mi me encanta, y no solo porque creo que es una buena costumbre el preguntar a quien visita tu casa, es mejor aún contarte la historia de cada plato, porque señores aquí cada plato tiene una historia, y eso es un plus para personas como yo,  que disfruta, contando y sobre todo, escuchando historias.

Y es que aquí no se ha inventado nada, es simplemente recordar como se cocinaba hace 100 años un plato, usar las mismas técnicas y darle una pequeña vuelta sensitiva y de aspecto para como al entrar al restaurante, recordar ese pasado, que en muchos casos, siempre fue mejor.

Como les he dicho, ni soy crítico, ni pretendo serlo, y la comida siendo espectacular, para consejos, los de su cocinero, yo soy de los que o le gusta o no le gusta, no entiendo de si esta mas o menos elaborado, si sobra o falta cierto condimento o si la fusión de sabores no esta conseguida, o me gusta, o no, y en este caso me gustó y mucho, y me gustó el conjunto que es de lo que hablaré, de la experiencia, del paseo desde el parking al restaurante, de los olores, de lo acogedor del local, de lo personal o impersonal del trato, de la calidez del local, de los baños, lugares donde en múltiples ocasiones, tras comidas o cenas de éxito o fracaso sentimental o empresarial, me ha servido de confesionario, de zona donde llorar, reír o simplemente huir y reflexionar, los baños son muy importantes señores, y un baño limpio y con lugar para la reflexión es muy importante, baño correcto en el caso de fuego.

Salir de fuego, es como salir de casa de unos buenos amigos, apretón de manos, vuelva pronto y ese olor que ya se hace algo familiar, y que tras recorrer unos metros echas de menos, volver sobre tus pasos, cuando las tiendas han cerrado, la noche nos advierte de ese fin de verano, donde la compañía de alguien hace que agradezcamos el haber aparcado a 10 minutos de Fuego, donde la gente desaparece y por arte de magia solo los coches, algún dependiente rezagado y algún paseante taciturno nos acompañan por Serrano, 10 minutos para recordar el sabor, el olor de Fuego, el volveré, el me ha encantado y el buen sabor de boca de cuando estas en casa de un amigo, donde ver o ser visto, donde twitter, instagran, las fotos o el “he visto a….. “ sobran, son indiferentes, no tienen importancia…… Lo importante en fuego es con quién comas y lo que comas, el resto sobra.

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