Agosto, ese mes donde es obligatorio si eres persona de bien estar de vacaciones, donde antiguamente se compraban y gastaban un mínimo de 3 carretes de 24 fotos en color mate o brillo tras esperar un año el ansiado momento. Agosto, ese mes donde cuando era joven, millones de españoles de la zona centro, montados en nuestros coches, un mínimo de 6 personas, y siendo el coche el equivalente en espacio a un Seat Ibiza, cargábamos de cosas tan útiles como inútiles para, como buen español de clase media de los 80, pasar esos 15 días en un lugar del mediterráneo. Pasábamos de un Madrid atestado de personas corriendo a casa o trabajo, a una playa atestada de gente corriendo a coger sitio en primera línea de playa, chiringuito o restaurante.
35 años mas tarde nada a cambiado, o casi nada, ya no hay carretes, ahora hay barra libre de fotos, es posible que un español medio en sus vacaciones haga 300 fotos a las cosas mas inverosímiles, sobre todo la comida, creo que hacer fotos a la comida es lo peor que llevo en este mundo de “la foto gratis”, debería estar prohibido, debería ser calificado como falta de educación grave, debería estar penado con 1 mes sin poder hacer foto alguna… Seguimos viajando en masa a la playa y pensando que el que está en agosto en una gran ciudad es que le van mal o muy mal las cosas, antiguamente había gente que se encerraba 15 días en casa para luego contar que había estado en Benidorm, ahora acabarían geolocalizándote o vaya usted a saber y echando a perder esa mentira que a mi personalmente me resultaba cuanto menos piadosa. Los restaurantes están llenos, las islas parecen el corte inglés el 24 de diciembre, el aceite suele ser el mismo y saber a cualquier cosa en los chiringuitos de playa, el tinto de verano es de la casera (otra cosa que debería estar penada con cárcel), la gente pierde la compostura y se viste de cualquier modo, y sobre todo, y esto realmente no solo debería ser penado, debería ser castigado con amputación o vendaje forzoso durante los meses estivales, llevan los pies descalzos, con unas uñas y durezas propias de un tipo que lleva perdido años en una selva amazónica. Perros que ladran 24 horas, gente que grita hasta las 4 de la mañana en conversaciones eternas de borrachos de gin tonic interminables, niños llorando acompasados con el perro, coches que deben trasportar 24 horas al día a DJ sordos por toda la costa, supermercados donde te cobran el doble por cualquier cosa a punto de caducar… paseos cerca del mar que parece que te enfrentas a pruebas de “humor amarillo”, helados que se derriten a los 12 segundos, atascos en los muelles los sábados de barcos de recreo de la gente “guapa” del lugar, gente en zona Vip en discotecas con mezcla de pachuli y sudor exportado de Alemania. Si acabamos con un mar que mas bien parece un haman turco, medusas del tamaño de un plato, jugadores de pádel que demuestran sus dotes en la playa en un mix de pádel-playa y no dejan pasear a nadie y la imposibilidad de leer un libro por los gritos de el niño y el perro de frases anteriores, me hacen no solo afirmar, si no creer firmemente, que irse de vacaciones en agosto es de pobres y gente de mal gusto.
Y no solo incluyo los sitios de playa, incluyo las ciudades del extranjero, sin playa en algunos casos, pero con la misma casuística. Agosto es un mes de pobres, donde la gente con clase y rica se queda en Madrid paseando de madrugada por una calle ortega y Gasset vacía, volviendo de disfrutar una cena casi en exclusiva en uno de esos nuevos restaurantes que acaban de abrir y no cierran en agosto porque no se lo pueden permitir.
Cuando yo sea rico, no lo duden, me iré a la playa en diciembre, a la costa en junio y de viaje por Europa en septiembre. De momento, sigo con estas vacaciones intermitentes, rodeado de pobres que piensan que son ricos esperando que agosto se acabe de una santa vez. Un consejo, una petición, un ruego, no hagan fotos a la comida.

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