Hace 20 años, huíamos de esas invitaciones de mediados de Septiembre, donde nuestros amigos afortunados, los que habían disfrutado de unas vacaciones de ensueño, tenían la necesidad de, pagando el peaje de una buena cena, enseñarnos tras revelar decenas de fotos cuan maravillosas habían sido y lo bien que lo habían pasado en esas vacaciones veraniegas. Salvo a el frente mas “cotilla”, al resto, nos aburría soberanamente, y entre caras de asombro, admiración y algún que otro bostezo, disfrutábamos de ese buen vino, jamón y tortilla, mientras pasábamos la prueba y tortura de ver castillos de arena, fotos desenfocadas, michelines o fotos donde tras su mujer aparecía una joven en Top Less de muy buen ver, esto fue el germen de lo que son ahora las redes sociales o mas concretamente Instagram.

Esas fotos incluían a personas, playa, montaña o algún que otro monumento, también puestas de sol, amaneceres o miradores, entiendan que cada carrete valía una pasta y revelar las fotos otra pequeña fortuna, con lo que había que ser diestro en el arte de la foto, y sobre todo en el arte de sacar el carrete de la cámara sin que se velara el contenido, cuantos recuerdos vacacionales se han perdido por la poca pericia del fotógrafo a la hora de sacar ese carrete, o incluso, a la hora de quitarle la tapa a la cámara. Hacer esas fotos era todo un arte, solo al alcance de padres, hijos pudientes cuyo regalo de reyes fuera una cámara o finalmente profesionales de la Nikon, el mínimo error, suponía una foto revelada y desechada, aún recuerdo esas visitas a la tienda de revelado, donde tras unos días, volvías a rememorar esas magnificas vacaciones, sin poner los dedos encima a ser posible, luego quedaba buscar las mejores, meterlas de forma cuidadosa cual cromos en un álbum (generalmente de regalo) y si teníamos una que representará el espíritu de familia y saliéramos guapos todos, ampliación y marco de los buenos para colgar o poner en el salón. Y es que para los que son jóvenes, antiguamente, a mis 14, no había chinos que revelaban fotos ni vendían marcos, luego vendría la típica frase de los años 90 “calete o legalo”, otro gran recuerdo del maravilloso mundo de la fotografía mas reciente, y de uno de los primeros emporios de el maravilloso pueblo Chino.

En resumen, las fotos eran un bien preciado, donde se elegía el momento y lugar con sumo cuidado, por el coste de los consumibles, almacenaje y visionado.

Un buen día llegaron las cámaras digitales, disparar fotos, poder verlas, borrar las que no te gustaban y revelar solo las que querías, empieza la época donde fotografiar era gratis, y cientos de fotos abarrotaban las memorias SD, cada noche, selección, borrado y vuelta a empezar, una revolución, un avance y sobre todo, la democratización de la fotografía de buena calidad, donde cualquiera, era capaz de tener un buen recuerdo vacacional con ciertas garantías.

Y llegó el teléfono móvil, las cámaras integradas, las redes sociales, las nubes, los influencer, los instagramer y la madre que pario al progreso, y lo que antes era un suplicio, se convirtió en un negocio donde miles de cotillas, siguen a decenas de personas con vidas idílicas, que en lugar de ojos tienen una lente de iphone, y donde un barco, una estación de esquí, un plato, restaurante, baño, gato, rata, beso, coche, bici, planta, monumento abarrotado o similar, es fusilado por cientos, miles de personas y parte de sus “vidas de ensueño”.

Se acabó el primero mirar, pensar, disfrutar y finalmente elegir el momento y fotografía que luego revelar para luego enmarcar o guardar en ese álbum de tapa dura, ahora miles, cientos de miles de fotos, pululan por las redes, pudiendo en tiempo real, estar o ver cualquier cosa, en cualquier parte del mundo, a un solo click de Instagram. La gente ya sólo mira con sus móviles el mundo, a las personas, a las verdaderas maravillas que pasan mientras buscas el enfoque, filtro, enfoque o postura perfecta. Una muestra mas de la decadencia del mundo, de la sociedad idiotizada, de las fotos que se preparaban durante horas observando ese momento, de lo que los progres llaman vintage y que yo llamo el final de la civilización inteligente. Y ojo, yo soy usuario y practicante de red social y foto con móvil, pero con el mismo mimo uso y proceso que cuando mi padre, en ocasiones, me dejaba esa cámara Nikon con funda de cuero y tapa en el objetivo. Por qué para mí una foto, debe tener alma, y tras 320 disparos, buscar la mejor, es quitar tiempo y alma a lo que una vez alguien valoró como una cosa que valía más que mil palabras, ahora mismo, una palabra valdría más que mil imagines, creanme .