O como convertir el teléfono mas inteligente en el propietario mas idiota
Las navidades me aburren sobremanera, las reuniones familiares obligatorias dan poco juego, pero te permiten observar o disimular, esperando que pase el tiempo….. eso me permitió este año, darme cuenta de algo, que pese a tenerlo enfrente cada día, y padecerlo, hasta ese momento no me había dado cuenta, ni tan siquiera había pensado en ello, y es el papel que el smartphone había tomado dentro de la sociedad actual. Mientras mi padre y mi tía que superan los 70, vencían esos silencios incomodos mirando la tele o a través de la ventana, el resto, los superábamos mirando a nuestro teléfono, buscando el WhatsApp mas original, buscando felicitar a aquella persona que vimos una vez, enviando mensajes o fotos o similares a decenas de contactos que ni nos acordamos de que conocemos, y esbozando sonrisas en función del numero de respuestas recibidas. En una mesa de 15, el mas importante era el que mas veces le sonaba el movil. Añadir que hablar con mis hijos, sobrinos y cuñados era un mirarle a los ojos y ellos a la pantalla de ese invento diabólico.
Uno, que usa ese último día del año, para hacer balances y plantear buenos y nuevos propósitos, y mientras decidía como hacer para no decir tal cantidad de palabrotas y exabruptos, de los que un presidiario se sentiría avergonzado, decidió añadir uno mas a los planteados, que al menos, mi movil personal, el que uso en reuniones familiares, de amigos, fines de semana y vacaciones, fuera uno que solo me permitiera recibir sms y llamadas, nada mas, y desintoxicarme de esa droga llamada movil.
De volver a mirar a los ojos a la persona con la que hablo, a esos momentos de silencio, combatirlos con una mirada al horizonte, que si no se que hacer, decida hablar con el tipo de al lado, volver a buscar conversación en un bar, en la cocina de la empresa, o con el portero. De no estar pendiente de cada WhatsApp, twitter o foto de Instagram que refleje mi smartwatch, de volver a decir teléfono y reloj, y que sean un teléfono y un reloj
Obviamente no voy a renegar de algo que creo útil en su justa medida, de algo con lo que disfruto al irme a acostar, esos 30 minutos donde ver, leer y observar en las redes sociales que es o no tendencia, TT o similar…. Pero hasta ahí.
En el trabajo es una herramienta imprescindible, mail, whatsapp…. Para los que debemos dar servicio a clientes, desafortunadamente, o afortunadamente, no podemos prescindir de el, pero hasta ahí.
Mis viajes en tren volverán a ser pasto de siestas, miradas o lecturas de libros en papel. Mis cervezas en un bar, volverán a estar marcadas por miradas, escuchas o silencios, seguidas de conversaciones buscadas, provocadas e intrascendentes. Volveré a mirar al horizonte, a los ojos, a darme cuenta de si alguien a mi alrededor sonríe, discute, llora, declara amor eterno o simplemente deja su mente en blanco, de esas miradas furtivas, de gestos cómplices…. Y sobre todo, observaré, como de cada 10 personas, 9, no habrán pensado, ni se habrán propuesto, lo que yo he hecho.
Si nos vemos en el parque, recuerden, soy el tipo del Nokia 3310 que mira a su alrededor buscando el mejor recuerdo, no la mejor foto, en su ya anticuada memoria de escasos gigas, o quizá megas……..